1000 Conciertos

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viernes, 8 de noviembre de 2013

#3 PIXIES. La Riviera, Madrid. 07 Noviembre 2013


El entusiasmo demediado

El recital de Pixies de anoche en La Riviera resultó más escueto de lo habitual y ni siquiera se permitió unos bises de apoteosis

Fernando Neira, El Pais, 8/11/2013
 
Con Pixies, como con cualquier debate que se dirima bajo los parámetros de la pasión, no existe término medio. Unos los entronizan como la banda que reinventó el rock alternativo y ha servido de referente para docenas de formaciones (empezando por Nirvana, un ejemplo flagrante). Sus antagonistas los desdeñarán como un cuarteto de pobres recursos técnicos y sonoros que, de tan sobrevalorados, terminan haciéndose antipáticos. La polarización explica que la llegada de Black Francis y Joey Santiago a la capital se viviera en términos de gran acontecimiento, con las 4.600 entradas de ayer y hoy pulverizadas en horas, los reventas frotándose las manos y centenares de forofos, casi siempre más jóvenes que los oficiantes, llegados desde cualquier rincón peninsular. Ninguno de ellos se marcharía anoche de La Riviera con amargor. Pero muchos consentirán, siquiera en privado, que la cosa no fue para tanto.
Al cuarteto de Boston, inmerso siempre en disputas intestinas, no se le puede negar el empeño por hacer de cada noche una experiencia única, con repertorios y ordenaciones impredecibles. El de anoche resultó más escueto de lo habitual (29 temas, hora y media) y ni siquiera se permitió unos bises de apoteosis: Hey es chulería deliciosa y Gouge away bordea el rock de estadio, pero Planet of sound fue un adiós desabrido y mudo, por más que la irreductible almendra central del público lo celebrara dando botes.
Mucho peor fue reencontrarse, durante el primer tercio de la noche, con la sombra de aquella pesadillesca acústica rivierense que ya casi teníamos olvidada. La batería de David Lovering sonaba hueca y no había noticias del fiero chirrido en los guitarrazos de Santiago. Por mucho que Cactus, el favorito de Bowie, abriese la velada, la teórica bomba de neutrones se quedó en fogueo de trámite. Vamos abrió las puertas del alborozo, por aquello de sus frases en precario castellano, pero su solo de guitarra quedó tan escaso de notas como de ganas. Y la fantástica progresión de Here comes your man y La la love you, temas tan ruidosos como tarareables, se truncó con una de las cuatro composiciones nuevas, Another toe in the ocean, recibida con indiferencia merecida.
Francis se mantuvo sobrio y distante, pero a partir de Is she weird y el viejo Levitate me -temas que Cobain debió escuchar hasta la obsesión- elevó la excelencia de esa voz cruda y plañidera. A la sesión le faltaron, sin embargo, los picos de éxtasis para los que toda la parroquia se mostraba tan predispuesta. Havalina (como el grupo madrileño, ya que hablamos de seguidores) fue un momento refinado y Bone machine, con las características paraditas rítmicas, una inyección de energía. Pero el entusiasmo demediado en los rostros demostraba que la gran fiesta se quedó solo en rato agradable. Y el término medio, ya dijimos, casa mal con los Pixies.

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