1000 Conciertos

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jueves, 14 de noviembre de 2013

#34 FOO FIGHTERS. 6 Julio 2011, Palacio De los Deportes, Madrid


 

 

Foo Fighters ofrecen en Madrid el mejor concierto de rock del siglo

Dave Grohl, aquel simpaticote baterista de Nirvana, demostró anoche, en su único recital en España, que ahora es un gigante con un magnetismo brutal: el tipo más rockero del mundo. Por Lino Portela


Concierto: Foo Fighters.
Lugar: Palacio de Deportes (Madrid).
Fecha:
06/07/11.
Precio:
De 40 a 60 euros.
Asistencia:
15.000 personas (lleno).

Vayamos al grano, que ya habrá tiempo para recrearnos en los detalles: Foo Fighters tienen el mejor y más explosivo directo del rock que podrás ver en lo que llevamos de siglo. Y quizá la exageración se queda corta. Si ayer fuiste una de las 15.000 personas (lleno a reventar) que estuvieron en el Palacio de Deportes de Madrid y no te alegraste de vivir un momento histórico, de estar en el sitio adecuado en lugar adecuado, tí@, a ti no te gusta el rock.
Sin demasiados artificios y con un escenario más bien austero (sólo unas pantallas en forma bloques que subían y bajaban) a las 22.00 horas se presentó Dave Grohl, de 42 años y de negro riguroso, junto a sus compinches. A lo largo de 2 horas y 50 minutos (sí, has leído bien: ¡¡casi tres horas!!) y 26 canciones (que sí: ¡26!) desplegaron una fuerza rockera tan inédita en estos tiempos que dan ganas de ponerles un monumento.
Cierto es que los Foo en directo son una actualización de los clichés del rock de estadio (ayer vimos solos de guitarras, oeoeoeoes, "sois el mejor público del mundo", cervezas de un trago, eructos, solos de batería, carreras por la pasarela central…), pero es tal el magnetismo y la personalidad que desprende Dave Grohl que esos tópicos parecen nuevos y frescos. Que Dios nos perdone: ni Lemmy (Motörhead), amigo íntimo de Dave, se lo monta tan bien como este quinteto estadounidense. Quién iba a pensar que aquel tipo graciosote que aporreaba la batería en Nirvana nos iba a dar tantas alegrías casi 20 años después del fallecimiento de Kurt Cobain.

El concierto empezó sin tomar aire, sin carrerilla. Tralla sin piedad desde el minuto uno. Una explosión de guitarrazos directos y decisivos abrieron Bridge burning (primer disparo de su nuevo disco, Wasting light). Luego sonaron Rope (el single del último álbum) y la inmensa The pretender. Con un comienzo así muchos se frotaban las manos. Mucho tenían que torcerse las cosas. No se torcieron. En la cuarta canción ya se vivió uno de los primeros emocionantes momentos del concierto: escuchar a 15.000 personas corear My hero es lo más parecido a sentir el poder del rock en su máxima expresión. Dave, como buen neandertal del rock, saludó con cuatro aullidos y una declaración de principios que sonó como un os-vais-a-cagar: “Hace mucho tiempo que no veníamos a España”, dijo. “Haremos el mejor concierto que habéis visto de los Foo Fighters. Llevamos 16 años juntos y tenemos muchas canciones. Vamos a tocar todas las que podamos para compensaros por todo este tiempo sin venir”.
El concierto dejó imágenes curiosas dentro y fuera del escenario. Esta es la primera gran gira en la que Foo Fighters se llevan la casa y la familia a cuestas. En las entrañas del Palacio de los Deportes había varios camerinos especiales para los familiares de los miembros del grupo (ver foto abajo). En uno de ellos, en el camerino de los niños, había varios juguetes, casitas de tela y alfombras algodonadas. Pero el hijo de Taylor, el batería, prefirió ver todo el concierto al lado de su padre, con unos cascos de protección y aporreando una batería imaginaria al lado de la batería real de su papi. Una estampa entrañable. Como la que vivieron el día anterior al concierto todo el sequito (más de 30 personas) tomando cañas por el castizo barrio madrileño de La Latina. “Y unas tapas muy ricas”, comentó Dave a ROLLING STONE minutos antes del concierto.
Uno de los grandes secretos de Foo Fighters es la perseverancia y la capacidad que tiene para mezclar sus canciones de aires más pop, como Learn to fly, con la fiereza de White limo. Con ellas continuó el concierto y el público respondió. Dave corría y saltaba de un lugar del escenario a otro, galopaba por la pasarela y alucinaba con el discreto pogo que se vivió en las primeras filas en Breakout. En su rostro se dibujaban amplias sonrisas.
Dave demostró ayer que tiene la capacidad para beberse una cerveza de trago, soltar un sonoro eructo por el micro y seguir siendo ese tío con carisma y rockero con clase al cual muchos tipos se querrían parecer y muchas chicas se querrían tirar (también puede ser al contrario). Porque seamos realistas: ¿quién quiere parecerse o tirarse a un barbudo tristón con gafas que canta canciones folk? Sonó el eructo de Dave y Taylor, el batería, cantó Cold day in the sun. Mientras tanto, Grohl corría por el escenario con la fuerza, la ilusión y la pose de un adolescente con su primera guitarra delante de un espejo.

Los Foo pasan de la dulce Lond road to ruin a la hardcoreta Stacked actors, donde uno de los guitarristas se lanzó al público. Llevábamos una hora y media de concierto y aquello era una locura. Pero habría mucho más: sonaron Walk (¡ese “I never wanna die” pone los pelos de punta), la electrizante Dear Rosemary y These days, tres de las mejores canciones de su último disco.
“Joder, qué bien cantáis”, recalcó Dave a un público donde se veían rostros conocidos, como Alejo Stivel, de Tequila; Edgar, del dúo de dj's de moda, The Zombie Kids; Álvaro, de Pignoise; el columnista de ROLLING STONE y cocinero Sergi Arola; o Miguel Pardo, de Sex Museum.
Dave también se pegó algunas parrafadas: “El último disco lo hemos hecho en mi garaje”, dijo: “Sin ordenadores, que son una puta mierda. Esto es muy fácil: es sólo rock de verdad”. Fue entonces cuando llegó otro momento para recordar: todo el pabellón cantando a garganta partida Best of you.
Con All my life se llegó al bis. La espera para que volviesen al escenario se hizo corta porque el grupo se llevó al camerino una cámara de visión nocturna que proyectaba en las pantallas lo que ahí detrás ocurría. Dave ponía cara de "¿queréis más?". Minutos después salió a dárnoslo con una botella de cerveza en la mano. Se colocó en el centro del Palacio y, sólo con su guitarra, se marcó una gran Wheels y el principio de Times like these.
“Si me pones aquí hace 10 años me hubiese cagado de miedo. Ahora me siento como en casa. Si no estuviese aquí arriba estaría viendo este concierto ahí abajo. Que lo sepais”, dijo. Como respuesta le tiraron una gorra. Llegó el turno de las versiones. El grupo asegura que tiene 75 preparadas para tocar en cualquier momento. Ayer sonó el dislocado Young man blues, del pianista Mose Allison, y el incendiario Tie your mother down, de Queen.
“No quiero acabar. Sois la mejor audiencia que hemos encontrado en mucho tiempo. No vamos a tardar mucho en volver, pero no se lo digáis a vuestros amigos. Sí, mejor decírselo”, dijo Grohl, con la misma energía del minuto uno (recuerda que tocaron casi tres horas) antes de acabar el concierto con This is a call y Everlong. Los que allí estuvisteis sabréis que fue una noche histórica. Los que no, mala suerte. Pero no os apuréis: han prometido volver pronto.
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#33 MUSE. 20 Octubre 2012, Palacio De Deportes, Madrid

La banda de todas las esdrújulas

Los británicos Muse solo contemplan la opción de exprimir hasta el último miligramo de adrenalina entre sus adeptos

Madrid 21 OCT 2012
 

 
 
Seis discos y varios cientos de estadios después de su fundación, a los tres chicos de Muse ya no les queda margen para el disimulo: quieren ser los más grandes y van camino de conseguirlo. Puede que su nueva entrega, The 2nd law, que presentaban ante un abarrotadísimo Palacio de Deportes en su única escala española, haya despertado reacciones más encontradas y suspicaces que de costumbre. Da igual. Los británicos solo contemplan la opción de exprimir hasta el último miligramo de adrenalina entre sus adeptos. Y anoche, más de 15.000, fuimos testigos de una auténtica riada.
Reconozcamos lo evidente: Muse son un espectáculo. Colosal. Deslumbrante. Orgulloso de su grandilocuencia. Los de Devon nacieron como los apóstoles del pathos y a la altura del espléndido Absolution (2003) nos habían persuadido de que el dolor podía resultar extraordinariamente hermoso. Eran los años de Time is running out, que anoche provocó una inolvidable catarsis de brincos y brazos al cielo. A partir de ahí, solo les quedaba la opción de multiplicar los senderos hacia el melodrama. Hoy siguen siendo agónicos, enfáticos, operísticos o apoteósicos, pero también negroides (Undisclosed desires), soñadores (Explorers, la nana que no llegó a escribir Freddie Mercury) o, ¡sorpresa!, divertidos, como en Panic station y su desparpajo funky. Tan inesperado como el tropezón que Matthew Bellamy sufrió mientras la interpretaba.
Bellamy figura entre los guitarristas mayúsculos del momento y aporta a la ecuación otra de las esdrújulas irrenunciables: mesiánico. No tanto con las palabras (no concede parlamentos, ni siquiera para salvar el Amazonas o a los niños de Biafra) como con los hechos. Había que verlo arrodillándose ante los fieles durante Follow me, otra de sus incursiones en la música bailable. O correteando por un escenario que parece el cráter de un volcán, con las pantallas gigantes integradas en él, un zigurat invertido que sube y baja del cielo y una pasarela superior en la que se luce y pavonea. Si con Wagner entraban ganas de invadir Polonia, la olímpica Survival anima a levantar unas cuantas barricadas frente al Bundesbank.
La noche había comenzado con una de las nuevas composiciones, Unsustainable, que podría evocar el aterrizaje de una nave espacial hasta que las guitarras nos sumergen en un apocalipsis sin trompetas. Supremacy amplía las influencias del Bellamy compositor: después de tantos años a vueltas con Queen y U2, esta vez recala en Led Zeppelin y su Kashmir. Muse tampoco olvidan a sus queridos Radiohead en el repertorio de estreno (Animals), pero les honra su empeño por mantener la llama de la sorpresa. Como en Madness, inaudita incursión en el dubstep, o la nueva introducción de Knights of Cydonia.
El bajista Chris Wolstenholme también debuta como cantante muy aceptable en Liquid state, mientras su bajo es un delicioso zumbido distorsionado. Al final, la épica completa el crucigrama de todas las esdrújulas. Era escuchar Starlight, tras cien minutos, y quedarse sin respiración.
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miércoles, 13 de noviembre de 2013

#32 JAGUARES. 14 Junio 2005, Plaza de Toros de Ciudad Juarez, Mexico

Foto Principal: 994156
Tiempo.El concierto de Jaguares se extendió por casi dos horas.Archivo
Concierto:

Tributo a las asesinadas
» Crímenes. Jaguares presentó su nuevo material en Ciudad Juárez, con el fin de llamar la atención sobre los homicidios de mujeres.

Alberto Castillo Torres/GDA



Ciudad Juárez. Han pasado 42 minutos desde que Jaguares inició la presentación de su nuevo material en la Plaza de Toros Monumental de esta ciudad fronteriza.

Es la noche del sábado, y el vocalista Saúl Hernández solicita que se guarde un minuto de silencio por las más de 340 mujeres que han sido asesinadas en Juárez en los últimos 12 ó 13 años.

"Cierren sus ojos y traten de pensar en todas las víctimas, imagínenlas con mucha luz y traten de acompañarlas en su camino espiritual", pidió.

El conteo comienza y la mayoría de la gente reunida se une a la petición; sin embargo, como a veces ocurre en esta clase de momentos solemnes, no faltó quien aprovechara el momento para hacer bromas o gritar alguna grosería.

Un aplauso cerró el homenaje silencioso, pero esa actitud de humor inoportuno puso muy en claro que no todos los presentes comparten la misma visión de la tragedia.

No obstante, una respuesta más cálida tuvieron los representantes de Amnistía Internacional y la madre de una de las jóvenes fallecidas, quienes, en la fase final del concierto, alentaron a la gente a no dejar de exigir justicia.

Precisamente, esa era la intención de Jaguares: presentar su disco Crónicas de un laberinto en esta ciudad, como signo de que su reclamo no ha cesado.

Y si bien es cierto que de las nueve canciones que estrenaron (de 14 que incluye su nuevo CD) solo dos o tres fueron plenamente identificadas por la gente (a tres semanas del lanzamiento del álbum), su alusión a los asesinatos fue escuchada particularmente en Madera, noveno corte de la noche.

Casi 10 mil personas se reunieron en la Plaza de Toros Monumental, y en ningún momento cesó el entusiasmo de los presentes para los muchachos de Jaguares.
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#31 SEAL. Estudios Television, Calle Alcala, Madrid



Edu Salas 01/10/2003

Rozando La Perfección
Seal (Londres, 1963) trajo ayer a España su magia. El cantante desplegó todas sus artes para realizar algo que no había hecho nunca: dar concierto exclusivo en Madrid para Los 40 Principales y 40 TV. Un lujo al alcance de unos pocos privilegiados. El británico, gentil, humilde, sensible, dicharachero, romántico y perfeccionista, venía a presentar su nuevo disco, Seal IV, con el que ha roto un silencio de un lustro y ha vuelto a sus raíces tanto musicales como emocionales.
No fue un recital al uso. Seal era el invitado especial de Sira Fernández y Frank Blanco dentro del programa Lo+40, por lo que tuvo que ceñirse a un guión preestablecido. Así son las cosas del directo. Sin embargo, el show no deslució en ningún momento, todo lo contrario. Get it together, el tema soul que abre su cuarto disco y en el parece resucitar al malogrado Curtis Mayfield, sirvió de avanzadilla de algo grande.
Cortejado por cinco músicos, muchos de ellos viejos amigos, Seal y sus compañeros de escenario rozaron la perfección en cada una de las diez canciones que interpretaron. La primera parte de la velada estuvo compuesta por cinco temas, tres de ellos nuevos: Get it together, My vision (una melodía que Seal coescribió con Jakatta y que se incluyó en una versión más bailable en su álbum debut, Visions -2002-) y Love?s divine, la balada de aires gospel que se convertirá en el segundo sencillo de Seal IV. Para las otras dos hizo un salto en el tiempo. Rememoró Kiss from a rose (con la que ganó 3 Grammy en 1995) y Crazy, canción que le encumbró en 1991.
Se acabaron las interrupciones. En cuanto terminó el programa Lo+40 -Seal estuvo en directo durante la última hora del espacio-, retomó el show para ofrecer cinco temas más. Uno de las favoritos del arista, Waiting for you, toda una joya del rhythm & blues, inauguró la segunda tanda de una tarde/noche especial, única y mágica. El blues sinfónico Don?t make me wait demostró la enorme calidad de su música y la perfecta compenetración de sus músicos. Para la íntima y personal Don?t cry -de su segundo disco, editado en 1994- prefirió estar solo en el escenario, acompañado de su guitarra acústica.
El sueño estaba a punto de llegar a su fin. Prayer for the dying, el sencillo de presentación de Seal (1994) y la rompedora Future love paradise, probablemente su canción más negra de su debut, hicieron despertar a los asistentes a tan especial e irrepetible cita con el nuevo rey del soul británico, que prometió volver a España para tocar en directo en los próximos meses, probablemente en febrero de 2004.
El universo sonoro de Seal es denso y complicado y llevarlo al directo no es tarea fácil. Así, es normal que muchos de los sonidos que imprime a su música estuvieran pregrabados. La combinación de éstos con los instrumentos en vivo crea un mundo en el que máquinas y seres humanos conviven a la perfección, algo que ha aprendido de su mentor, Trevor Horn. Seal dejó claro que no es un producto de estudio y que es capaz de que sus canciones, en directo, suenen con los mismos detalles y la misma calidad que en sus discos. Algo que no todos los artistas logran.
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#30 MARK KNOPFLER. 20 Septiembre 2007, Chivas Studio Madrid






The Chivas Studio es una embajada de marca, un espacio decorado por el arquitecto Luis Galliussi donde, entre el 19 de septiembre y el 19 de octubre, se celebran eventos relacionados con la música, el cine, el arte, la gastronomía y la moda. El cantante Mark Knopfler había inaugurado The Chivas Studio la semana anterior con un concierto privado para 150 personas.

I have in the past dedicated a page or two to the trials and tribulations of promoting a record, here is a brief account of a day trip to Madrid 20/9/07. Mark was asked if he could perform an 'intimate' concert at the opening of a new club, the Chivas studio, sponsored by the whisky brand Chivas Regal. It was with trepidation that it was agreed since the stage area was 'challengingly' small but it was a way by which we could come over to Madrid and allow Mark to do some interviews for the Spanish media etc. In the event, it turned out to be a great little show. Unfortunately with very few tickets available to fans and the rest of the 150 entrants being sponsors guests etc. it was a little different to the usual MK promo. Nevertheless we had fun and the evolution of our little one hour set continued with the highlight of the evening being an eccentric version of 'Postcards from Paraguay'. Here's a few shots I took. http://www.guyfletcher.co.uk/index.php/2007promo/Madrid_20th_Sep_2007

Chivas lanzará una serie de eventos que confluirán en el llamado The Chivas Studio Madrid, un lugar diferente donde ocurrirán todos los días cosas increíbles durante un mes, del 19 de Septiembre al 19 de Octubre. Un espacio que hace de la mezcla y la fusión su bandera. Los estilos se suman y todo se combina para convertirse en vanguardia y en naturaleza ecléctica. ¿El objetivo de comunicación? Asociar íntimamente la marca de whisky premium con el mundo del arte, la cultura y la música.

A lo largo de cuatro intensas semanas se celebrará, entre otras muchas actividades, un exclusivo showcase con una estrella internacional; una sesión de Hotel Côstes con el Dj que ha puesto de moda las noches de este establecimiento parisino, Stéphane Pompougnac; tendremos una performance de moda con algunas de las mejores firmas internacionales; y sentaremos a la mesa de The Chivas Studio a artistas, diseñadores, empresarios, directores de cine y periodistas en unas exclusivas cenas
preparadas por cocineros internacionales que darán mucho que hablar. The Chivas Studio presentará además una exposición de arte, showrooms de primeras marcas, brunch los domingos y mucho más.

The Chivas Studio Madrid se encuentra en la calle Villanueva 13, en Madrid. Contará con cuatro pilares fundamentales: el cine, la moda, el arte y la gastronomía. Cada uno de ellos se asienta en un Brand Ambassador, los anfitriones que dotarán de contenido al espacio en su especialidad. Luis Galliussi, arquitecto e interiorista, conocido internacionalmente por diseñar espacios efímeros, se encargará del arte y el diseño; Juan José López Bedmar, desde su experiencia como cocinero y propietario de ‘La Tasquita de enfrente’, uno de los restaurantes más consolidados de la capital madrileña, traerá a The Chivas Studio la cocina de fusión que se practica en países tan diferentes como Perú, Marruecos, Londres o España; David Sánchez y Piti Alonso, los relaciones públicas del mundo del cine, se encargarán de las presentaciones y fiestas del séptimo arte; y Bárbara Pérez Manzarbeitia, profunda conocedora del sector de la moda gestionará desfiles y varios showrooms.

Ya se conocen algunos de los eventos y actividades que se van a celebrar. El jueves 20, Mark Knopfler presentará en exclusiva mundial su último disco en The Chivas Studio. Una semana más tarde, inauguraremos la exposición 12 artistas 12 vidas, en la que artistas nacionales e internacionales interpretan a personajes conocidos de la vida social española.

Stéphane Pompougnac, el Dj del Hôtel Costes de París , ofrecerá una sesión única. Será el próximo 4 de octubre. Para el día 18 de octubre, te proponemos una original performance de moda, con algunas de las mejores firmas internacionales como Dior, Armani o Prada que, por primera vez, se mezclarán con marcas como Mango, Zara o Camper .

Los sábados, será el turno de los showrooms, en los que encontrarás prendas de Hugo Boss y de los principales diseñadores españoles. Los domingos, habrá brunch al mediodía y chillout sessions del Dj mexicano Rodrigo Madrid, por la tarde.
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#29 WILCO. 2 Noviembre 2011, Circo Price, Madrid

 

Wilco electrifican a 2.000 personas en el Teatro Circo Price de Madrid

Madrid| 01/11/2011 -




    MADRID, 2 (EUROPA PRESS)

    Sin dejar de mirar atrás, pero siempre buscando explicación a un futuro en ocasiones indescifrable, Wilco se personificaron este martes ante 2.000 seguidores en el madrileño en el Teatro Circo Price para presentar las canciones de su último álbum de estudio, 'The Whole Love'. Y ya mediada la actuación estaba claro que era un triunfo en toda regla.

    Arrancaron con los doce minutos de la preciosista y calmada 'One Sunday Morning' para, progresivamente, ir después pisando el acelerador sin prisa pero sin pausa con 'Poor Places', la futurista 'Art of Almost', 'I Might', la intensa 'At Least That's What You Said', 'Bull Black Nova' y 'Via Chicago'.

    Para entonces el público ya estaba rendido y convencido a la banda de Jeff Tweedy, que puso a todos los asistentes a corear el estribillo de 'Jesus, Etc'. Fluyendo con asombrosa naturalidad, un sonido potente y un público básicamente apabullado, los minutos fueron pasando con 'Born Alone', 'War on War', 'Hummingbird' y 'Whole Love'.

    Turno entonces para la memorable 'Impossible Germany', que con un desarrollo instrumental descomunal basado en la guitarra de Nels Clime, provocó una de las mayores ovaciones de la velada. Tan potente fue la respuesta de la afición que el propio Tweedy bromeó asegurando que ya habría tiempo para tanta euforia en el intermedio para los bises.

    Precisamente hacia esa pausa se encaminó la noche con 'Rising Red Lung', 'Standing O', 'Handshake Drugs', 'Dawned on Me' y la musculosa 'A Shot in the Arm', que cerró la primera parte del concierto de nuevo con intensos aplausos. Los 2.000 asistentes retomaron entonces los gritos y pataleos en la grada para reclamar la reaparición de los seis músicos en escena. Estaba claro que así sería.

    Abrieron esta parte final con 'Heavy Metal Drummer'. Ya todo lo que sonaba era una sabrosa propina, pero aún hubo tiempo para 'The Late Greats', 'I'm the Man Who Loves You' y la despedida a base de fieros guitarrazos con 'Red-Eyed And Blue / I Got You'. En total casi dos horas que reafirman una vez más a Wilco como una de las grandes bandas de la actualidad, y a su líder, Jeff Tweedy, como una de las personalidades a tener más en cuenta. Más aún.

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#28 THE LEMONHEADS. 6 Junio 1994, Aqualung, Madrid

 

¿Adónde fue la diversion?

 
El cambio de telonero (los Red Kross por los Drugstore) desilusionó a la numerosa parroquia que asistió anoche al esperado concierto de los Lemonheads en Madrid. Los Drugstore ofrecieron 20 minutos de pop correoso, en la línea de los grupos noise, pero al menos tuvieron el detalle de intercalar entre sus desconocidas piezas comentarios en castellano.Evan Dando saltó al escenario, acompañado de los otros dos miembros del grupo, el bajista Nic Dalton y el batería David Ryan, para ofrecer una selección de sus cinco álbumes al frente de Lemonheads. La fórmula no es desconocida: cantante guapo, voz agradable, simples melodías enquistadas en el clásico la-re-mi e historias que han pasado a ser del dominio público por parte de un generación que quiere no parecerse a sus hermanos mayores. El gancho de la banda es indudable y Evan Dando, con el pelo cortadito, cumplió a la perfección su papel de antihéroe solitario que parece comunicar como nadie las melancolías adolescentes. Los Lemonhead triunfaron, en medio del calor y del delirio de unos fans enamorados de su forma de hacer las cosas. Una forma que en absoluto implica diversión. Es por eso que hay que preguntarse si la música pop ha perdido ese componente de diversión enloquecida que fue el distintivo de la era punk. Y si es así, nos gustaría saber adónde van a conducir tantas ganas de trascender. Los hippys originales eran mucho más fun.
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martes, 12 de noviembre de 2013

#27 PAUL McARTNEY. 27 Octubre 1993, Palau Sant Jordi, Barcelona



 

Paul McCartney llenó el Palau Sant Jordi de añoranza de los Beatles

 

La interpretación de Hey Jude cerró anoche el primero de los dos conciertos que Paul McCartney tiene previstos en el Palau Sant Jordi de Barcelona. En esta ciudad concluye el tramo, europeo, de la gira The New World Tour, que irá después a Japón y a Suramérica. Según datos oficiales, 19.204 espectadores siguieron la actuación de McCartney, que volvió a tener sus puntos calientes cuando Paul interpretó los viejos éxitos de los Beatles.
Al inicio del concierto una enorme pantalla situada tras el escenario a modo de telón, proyectó la imagen de un joven Paul McCartney todavía barbudo. Las notas de Help pusieron en marcha un documental con evidente intención ecológico-nostálgica. Imágenes de los Beatles en 1967, y de Paul y Linda deambulando con ternura por verdes praderas, se contrapusieron con animales sufriendo en laboratorios experimentales. Era el aperitivo. Tras 10 minutos de música e imágenes, Paul apareció solo en escena ataviado con un traje oscuro a rayas y portando en ristre el habitual bajo Hoffner en forma de violín.El concierto propiamente dicho comenzó con buen ritmo. Sonaron Drive my car y Coming up antes de que el público bajase el pistón al escuchar Lookingfor chances y Jet. Con All my loving volvió a subir la presión, que salvo en contadas excepciones bajaba sistemáticamente cuando McCartney no interpretaba piezas firmadas junto a Lennon. De cualquier modo, la concurrencia disfrutó con un espectáculo cuyo acento estético estaba marcado por el juego de luces.
El escenario, limpio, muy amplio y con sólo un detalle colorista rodeando a Linda y a sus teclados fundamentó su impacto en los puentes móviles de luz. Su altura graduable permitía ajustar los efectos al carácter de cada tema, y cuando era preciso, incluso la iluminación del propio Sant Jordi se encendía para levantar los ánimos del personal.
Uno de los momentos cumbre del concierto coincidió con la interpretación de Yesterday. El público, preparado adecuadamente con Here, there and everywhere, no resistió el tirón de la soberbia ballada, y la cantó junto a Paul en uno de esos momentos que justifican un concierto. My Love remató la faena, y antes de Lady Madonna 19.205 personas se sintieron tiernas en el Palau SantJordi.

Como siempre

Por lo demás, McCartney estuvo como siempre. Simpático, dicharachero, jugando a hablar en español y un punto payasete. Tocó el bajo y luego el piano en el tramo central del concierto, se movió lo estrictamente imprescindible, cantó lo preciso y se marcó el guiño de enarbolar una bandera catalana en el primer bis. Se mostró entrañable en español al presentar I love my little girl, y en este idioma se atrevió a decir que fue la primera canción que compuso cuando sólo tenía 14 años. Ahora bien, los momentos de seguridad se producían cuando no se movía del "muchas gracias amigos y amigas".Antes del concierto Paul McCartney ofreció una conferencia de prensa. Sin apenas poder entrar en profundidad en valoraciones artísticas, McCartney se limitó a sonreír y ser cortés, y únicamente su semblante perdió la expresión jovial cuando reconoció: "La realidad social de hoy en día es muy dura, pero creo que la sociedad puede cambiar lentamente. Estos cambios no los impulsarán los políticos, sino la gente, en quien confío. Por eso no creo que el sueño se haya acabado".
Reconoció el ex beatle que ha grabado muchos discos, "algunos buenos y otros malos, pero mis ansias musicales están casi colmadas", dijo. Con respecto a sus proyectos, McCartney fue desgranando respuestas parciales a medida que un moderador otorgaba el turno de preguntas: "Sí, he escrito un par de temas con Elvis Costello, pero la cosa no ha pasado de ahí". Más adelante, el cantante británico reconoció "estar enfrascado en escribir música para piano", pero dejó claro que lo que más tiempo le ocupa es la grabación de los 10 capítulos con los que la BBC está realizando una biografía de los Beatles: "Ya estamos en el capítulo número siete, y a fuerza de conversar con Ringo Starr y George Harrison, he llegado a descubrir cosas sobre ellos que desconocía hasta el momento".
Por otro lado, ayer fue anunciada la creación de un centro artístico para la enseñanza de música, danza, técnicas de iluminación y sonido y la aplicación del arte en escuelas, cárceles y hospitales impulsado por Paul McCartney. El Liverpool Institute for Performing Arts (LIPA) empezará a funcionar en 1995. El centro, que ayer fue presentado en Barcelona por su director ejecutivo, Mark Featherstone Witty, está en negociaciones con una academia de enseñanzas artísticas de Barcelona para que ésta pueda funcionar, en el futuro, como delegación española del LIPA.
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#26 DAVID BOWIE. 15 Julio 1997, Aqualung, Madrid

 

David Bowie triunfa en condiciones tropicales

 

El concierto de David Bowie, previsto inicialmente para Las Ventas, se desarrolló finalmente en la sala Aqualung, entre un público más entregado que irritado por las incomodidades. Hace unas semanas su graciosa majestad se presentó en pequeños locales británicos para retomar el contacto con los miembros de su club de fans. Lo de Madrid no fue precisamente una decisión de acortar distancias entre él y su público; más bien, la constatación de, que aquí no se aprecie masivamente su papel de avalador de nuevas tendencias artisticas. Que recordemos, en su penúltimo trabajo, Outside, era la literatura cyberpunk, en su nuevo disco, Earthling, es la asunción de los ritmos quebrados del jungle.
Es posible que Madrid no tenga la obsesión cosmopolita por estar a la última o que las credenciales de Bowie como explorador de lo nuevo hayan caducado. En 1987 se le soportó el show de la gira de la Araña de Cristal, embarazoso ejemplo de lo que ocurre cuando se conjugan dinero, pretensiones y despiste. Pero repetimos tres años después, cuando llegó con el: discreto montaje de Sound and Vision, a pesar de que nos engañara con aquella encuesta telefónica para que el público eligiera el repertorio.Allí se anunciaba el final de una etapa: a partir de entonces, aseguro, prescindiría de su repertorio clásico. Pero su siguiente grupo de rock, Tin Machine . (Máquina de estaño), se hundió como si fuera de plomo. De hecho, Tim Machíne no era tan pavoroso como algunos de los conjuntos grunge que eclipsaron su trayectoria. También había aciertos en su reaparición como solista, Black tie / white noice, pero la realidad es que la carrera de Bowie en los noventa ha tendido hacia lo desesperado.

Audacia

No obstante, David Bowie no ha perdido el sentido de lo publicitario, como evidenció la multitudinaria celebración de su medio siglo en Nueva York. Tampoco le falla su sentido financiero, si hemos de creer los resultados de su salida a la Bolsa, convirtiendo su obra pasada, presente y futura en sociedad anónima a la que cualquier inversor puede acceder.Su audacia sigue siendo única, para ser un multimilloriario que vive en Suiza: Bowie se arriesga, no teme quedar en ridículo. Otros artistas, vistos los resultados de la venta anticipada para su concierto taurino en Madrid, se hubieran evaporado. Por el contrario, él decidió complacer a los fieles.
Unos fieles frustrados por la suspensión de venta de entradas desde días antes de que se anunciara el cambio, de local. Que, vista la lluvia que ayer cayó sobre Madrid, tuvo aIgo de providencial, Sin embargo, los que accedieron a Aqualung, se encontraron con un espectáculo truncado y un calor implacable. Casi la mitad penas llegó a ver algo más que la cabeza de Bowie y de algún músico. Por el contrario, el sonido era casi apabullante en su brillantez y revelaba una íntima, fusión entre pregrabados e instrumentistas de carne y hueso.
No se materializó la sesión de jungle, en vivo con la que cerró algunas de sus presentaciones británicas pero sí supo alternar una decena de clásicas, ésas que no iba a tocar jamás, entre el material más reciente. Así mantuvo feliz a un público desbordante que se subía a las alturas más impensables para captar lo que parecía un show imaginativo, una estrella del rock pletórica y un grupo macizo.
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#25 BRUCE SPRINGSTEEN. 2 Agosto 1988, Estadio Vicente Calderón, Madrid

 

 

Bruce Springsteen encandiló con sencillez

 
A las nueve y cuarto salió Bruce Springsteen al escenario ante el delirio de los 60.000 espectadores que abarrotaban el estadio Vicente Calderón. En la mano, globos en forma de corazón. Pasó por una taquilla y gritó: "¡Hola Madrid! ¿Estais listos?". Acto seguido comenzó con la canción Tunel of love de su último disco: "Un hombre gordo, sentado en un pequeño taburete, me quita el dinero de la mano mientras te mira y me da dos entradas. Sonríe y dice: ¡Buena suerte! abrázate a mí, vamos a descender por el túnel del amor". Este fue el comienzo de una actuación que encandiló a todos los asistentes. En la segunda canción, se adentró en el terreno del rythm and blues con la canción Boom boom popularizada en Europa por Los Animals, logrando una excelente versión. El público ya estaba entregado ante la energía, potencia y sencillez de planteamientos de este norteamericano de 38 años. A su lado, a imagen y semejanza de Springsteen, vestidos de negro (excepto el saxofonista Clarence Clemonds, de rosa) la E Street band tocando como si fuese la primera vez, con unos componentes que rozan los 39 años de edad media.

Comunicación estrecha

E Street Band y Bruce Springsteen lograron en Madrid, al final de una extensa gira que se inició el pasado 25 de febrero en Boston y saltó a Europa el 11 de junio en Turín, una comunicación estrecha, directa y personal que es difícil de igualar en el sofisticado panorama del rock actual.

Tras un: "Mucho calor, ¿no?" continuó con un repertorio poco habitual en su gira. Llegó The River y Badlands una de las canciones más representativas de su repertorio: "El pobre quiere ser rico, el rico quiere ser rey y el rey no está contento hasta que no lo decide todo". Textos de hace años de un Springsteen que toda vía estaba en el camino de convertirse en la estrella del rock que es hoy.

"Esta es una canción sobre una mujer. . .", presentó encaste llano. Con un sentido del espectáculo, tan cuidado como espartano, logró más tarde que los 60.000 espectadores entonasen Born in the USA: "Nacido allá en el pueblo de un hombre muerto, el primer sobresalto que tuve fue cuando toqué el suelo. Uno acaba como un perro al que han pegado demasiado".

Finalizó la primera parte interpretando a uno de sus maestros en una de sus más bellas canciones: Bob Dylan y Chimes of freedom, mientras el público gritaba: ¡Torero, torero!". A Bruce Springsteen le sienta como un guante lo que escribió Jack Kerouac: "Esa sensación de locura cuando el sol calienta y la música brota de una máquina de disco". Logró una comunicación directa que su carisma la convierte casi en un cara a cara.

Tras más de media hora de descanso, la segunda parte comenzó con una alternativa. Junto a Clarence Clemons, apareció en el escenario su hijo, que apenas levanta dos palmos del suelo, pero que ya se cuelga el saxo. Springsteen, con chaleco y corbata de lazo, abrazó al saxofonista y el ambiente volvió a caldearse. Después, con escenografía recordando a los años 60, rock and roll clásico y a continuación soul, las dos raíces más importantes en las que se sustenta la inspiración de Bruce Springsteen. Continuó bailando con Patti Scialfa, dando paso a la parte más estudiada de cara a la galería. Springsteen ofreció en Madrid un concierto bien desarrollado, estudiado al detalle y que mostró el largo y provechoso camino recorrido por un cantante que comenzó su escalada con Born to run: 'Algún día, chica, no sé cuando, llegaremos a ese sitio donde queremos ir y pasearemos al sol. Pero hasta entonces, los vagabundos como nosotros nacimos para correr".

Hoy Bruce Springsteen cierra su gira mundial en Barcelona, en condiciones bien diferentes de las de su actuación del 21 de abril de 1981 en esa ciudad. Hoy Bruce Springsteen es un triunfador total. Han sido más de 60 ciudades de América y Europa y tres millones de personas habrán asistido a sus conciertos. En septiembre le espera una gira organizada por Amnistía Internacional para conmemorar el 4 aniversario de la Declaración de Derechos Humanos.

2-8-1988: aquella noche eterna del 'Boss'

 

BORJA HERMOSO 16 JUL 2008

La noche en la que The Boss no se quería marchar no es el título de un sueño imposible, sino el resumen urgente de un concierto eterno, allá en el estadio rojiblanco, ribera del Manzanares. Llegaban Springsteen, Patti Scialfa y la E-Street Band al Vicente Calderón siete años después de otra noche sin fin, aquella que tuvo como escenario el Palacio de Deportes de Barcelona y como sonido los abrumadores surcos de The River, para muchos la cumbre de las cumbres springsteenianas, y para otros, no, claro, que para eso están Born to Run o Darkness on the Edge of Town.
Dos décadas ya, pero qué fácil recordar The Promised Land, Badlands, Adam Raised a Cain o Sherry Darling, qué actual se antoja hoy aquel lejano escalofrío en mitad de los 32 grados del ferragosto del Foro. Pero sobre todo, qué fácil volver a sentir aquellas sensaciones increíbles compartidas con más de 50.000 almas, ante la avalancha que al personal se le venía encima en forma de acontecimiento sobrenatural: dos horas y media después de haber saltado al escenario, Springsteen y familia seguían allí berreando rock. La cosa era más o menos sencilla: aquella noche, la E-Street Band no se quería ir. El porqué, ah, no se sabe.
Cuando, en teoría, Springsteen y los suyos tenían que estar ya en el aeropuerto, seguían tocando en el Calderón

El Jefe del Cotarro, la musa Patti Scialfa, el gigante Clarence Clemons, el kamikaze Steve Van Zandt (quién le iba a decir que acabaría reconvertido en carne de estrella televisiva vía Los Soprano), Roy Bittan, Max Weinberg, Gary Tallent, Nils Lofgren, Danny Federici (fallecido el pasado 17 de abril)... todos permanecían subidos allí, en lo alto de la gigantesca tarima, y venga un bis, y venga otro bis, y venga otra propina, y aquello parecía más un grupo de conejitos Duracell con batería eterna que una banda de rock profesional.

 
Hubo aquella noche hasta un pobre cronista de prácticas al que un compañero que vivía junto al Calderón había prestado su propia casa para ganar tiempo. "Toma las llaves y vete a casa, escribes y mandas la crónica a toda hostia, pero para eso te tendrás que salir antes de que acabe el concierto, si no, no legamos al cierre", ordenó alguien al becario. Bien. Pero ocurrió que, a eso de las 12 de la noche -cuando en teoría Bruce Springsteen y su tropa tenían que estar ya camino del aeropuerto de Barajas rumbo a nuevas etapas de su gira europea- el ignorante y despavorido tribulete rezaba para sus adentros: "Que acaben ya, que acaben ya, que acaben..". Pero aquella del 2 de agosto del 88 era la noche en la que la E-Street Band no se quería ir. Curioso. Hay, hubo, en la historia del rock and roll, grandes bandas capaces de ofrecer maravillosas veladas en cosa de 50 minutos, Los Ramones, por ejemplo. Y hay bandas a las que las noches se les quedan pequeñas, como la ESB de aquellos efervescentes 80. Unos músicos que, en la escena de entonces, no tenían rivales claros en lo que suponía la puesta en escena de la adrenalina rockera.
Mañana, veinte años menos dos semanas después de aquel sueño que fue verdad, El Jefe regresa. Con más años y con más canciones a sus espaldas que aquella noche inolvidable, y seguro que más inspirado que cierto show en La Peineta de cuyo resultado es mejor no acordarse... No lo hizo ayer en Anoeta, y tampoco mañana en el Bernabéu bajará Springsteen al río con su chica para recordar cómo conducían juntos en el coche de su hermano.
Vuelve The Boss, mañana a Madrid y el sábado y el domingo al Nou Camp de Barcelona, después de reunir a 40.000 fieles en san Sebastián. Quién sabe, puede que la de mañana se convierta en la reedición de aquella noche eterna...

 

 
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lunes, 11 de noviembre de 2013

#24 RED HOT CHILI PEPPERS, 27 Enero 2003, Palacio Vista Alegre, Madrid

 

Para todos los públicos

Red Hot Chili Peppers

Anthony Kiedis (voz), Chad Smith (batería), Flea (bajo) y John Frusciante (guitarras). Palacio Vistalegre. 19 y 29 euros. Madrid, lunes 27 y martes 28 de enero.Cual nuevos U2, este cuarteto californiano se prepara para vivir los próximos años cómodamente instalado en el trono de herederos por derecho de la tradición del viejo rock and roll. La expectación levantada por su visita, el hecho de que las entradas de los dos conciertos estuvieran agotadas, la composición del público que abarrotaba el recinto, la facilidad de su último elepé para ser digerido por cualquier audiencia... Todo hace pensar que los Peppers inician el descenso de su cuesta creativa con la seguridad de que será lento y de que recaudarán en él toneladas de réditos a cambio del riesgo exhibido en los inicios de su carrera.

Con la ínfima dieta de rock en vivo que padecen los ciudadanos de la capital española, el ansia por ver a RHCP se palpaba entre un público que un rato antes de que el concierto comenzara ya había llenado hasta el último resquicio del recinto, de sonido innegablemente infame.

Recién pasadas las diez de la noche, el grupo aparecía en un escenario enorme, decorado con sobriedad e iluminado por unos curiosos focos de tres luces que parecían robots espaciales. Los cuatro componentes se veían insignificantes en medio de tanto espacio, pero pronto comenzaron a hacerse notar dando saltos en todas direcciones a los sones de By the way. Kiedis se mostró más bailón que nunca, mientras que al bajista Flea se le veía especialmente concentrado en la tarea de tañer sus cuatro cuerdas y el batería Chad Smith aporreaba feliz los medios tiempos de sus canciones a la batería.

Guitarra

Pronto se vio que la noche sería para John Frusciante, guitarrista que parece haber enterrado la maldición que pesaba sobre la guitarra en los Peppers y que hacía que ninguno de los que la tocaron se quedara fijo, ni condicionara el sonido del grupo. Haciendo olvidar que una vez fueron "banda de bajista", Frusciante guió con mano segura al grupo a través de un repertorio en el que brillaron viejos éxitos, como Californication, Give it away o la armoniosa Under the bridge.
Pero la banda hizo especial hincapié en las canciones de su último disco, By the way, que en vez de haber sido facturado por un equipo vivo de gentes que aman y viven el rock salvaje parece el producto prodigioso de un avispado departamento de mercadotecnia. Canciones como Universally speaking, Zephyr song o Can't stop evidenciaron que funcionan maravillosamente ante una audiencia que reacciona al arquetipo y que descarta sutilezas puristas o escrúpulos. Como en su día sucediera con los Rolling Stones o U2, Red Hot Chili Peppers han encontrado la fórmula de la supervivencia a través de los tiempos y parecen decididos a dosificarse durante décadas sin llegar a quemarse del todo, mientras ofrecen la dosis justa de rock para todos los públicos.

Red Hot Chili Peppers en Madird

Descaradamente, quien más disfruta hoy día en los Red Hot Chili Peppers es John Frusciante, guitarrista del combo. Dicen que Kiedis ya no es lo que era y que verle en un bolo con la química suficiente y la adrenalina necesaria es, francamente, lo mismo que ver al Papa haciendo break dance, algo muy raro.
Al guitarra la procesión le va por dentro; eso parece decir desde su discreto look (más aun comparado con el de sus compis, porque Flea estaba sencillamente gracioso con sus calzoncillos naranja fosforito a juego con la peluca y las deportivas), pero los estallidos guitarreros del menda hablan por todos, especialmente su implicación en las canciones, ya que, como ejecutantes, todos son la hostia.

No hace mucho se pasaron por el Circulo de Bellas Artes, los Red Hot digo, y verles frente a frente me había dejado el listón alto. Paparruchas, se lo curraron por su sitio durante dos días petados hasta el banderín. Varios precios, aunque creo que te quitaban, como mínimo, un papel morao de los de antes. ¿Teloneros? ¿Podían ser los Toiled Boys? Imposible averiguarlo: durante horas se hacen colas y, si te vas a la cerveza fuera del bar (dentro una lata de cerveza calentorra valía tres euros y medio, ¡toma morenoo!), pues sacrificas eso.

Volviendo al Frusciante y al papel morao… En uno de esos arranques que le dan a lo Kabezabolo (guita, voz y pa’lante mientras los demás lo contemplan) se marcó el “All the young dudes” de Bowie con equivocación incluida y reconocida. Luego se harían todos la revisión del “Fire” de Hendrix, ya mostrada en su versión de estudio hace un siglo. Acertadas luces y proyecciones al fondo del escenario (normal con lo que se llevan de caché) apoyaban en todo momento el repertorio.

Kiedis no andaba muy suelto con sus saltitos de siempre y su limitada tabla de acrobacias con el pie del micro. Cabría, si llegara el caso, preguntar al chiquillo por qué no usa inalámbrico. Por su lado derecho estaba Flea, que sacaba una vez la cara para, desde su voz de pitufillo, lanzar arengas con el castellano que refrescó la noche anterior. Me gustaron más que la otra vez que los vi en Las Ventas; en aquella ocasión tenían más mamoneo sobre las tablas (disfraces y lucecitas), pero musicalmente me tiraron menos.

Para el repertorio tiraron de “By the way” y de la caterva de hits que mantienen, invariables, siempre a punto y encerados para su numeroso y variopinto público. Yo estaba al Frusciante, que me contaron que el primer día la tuvo gorda con un roadie que le dio la guitarra equivocada en un tema y con uno de sonido que no le subió su monitor. ¡Al Frusciante!

En fin: que terminan su hora y cuarto de bolo con Flea y el guitarra haciendo una ensayada improvisación a la que les acompañó durante un buen rato el batera, parte durante la cual “Frus” sacaba jugo a su mueble de distorsiones, hipnótico y masivo. La peña decía que qué poco había durado y que ésa no era forma de terminar un concierto. Yo les respondía que la manera de terminar era acertadísima y que yo, como no había pagado…
 
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#23 PEARL JAM. 8 Mayo 2006, Astoria, Londres



Mondo Sonoro/Don Disturbios


Fecha del evento: lunes, 08 de mayo de 2006

Redactor: Don Disturbios

Sala: Astoria

Ciudad: Londres
 
Ver a una banda con la solvencia escénica de Pearl Jam siempre es una garantía. Verla en una sala para mil quinientas personas digamos que raya el privilegio y, a la que eres un poquito fan, incluso el paroxismo. Si encima el concierto va más allá del simple showcase de presentación de su nuevo álbum y alcanza las habituales dos horas, pues que os voy a contar: un lujazo. Empezaron puliéndose a velocidad endiablada cinco de los más furiosos y solventes temas de su próximo álbum. De hecho abrieron el bolo con “World Wide Suicide”, su nuevo y efectivo single, con el que confían volver a recuperar parte de la repercusión algo erosionada con el paso del tiempo. Sin embargo no fue hasta el quinto tema (“Even Flow”, un clásico de su primer y vital trabajo, del que también incluyeron “Why Go” y “Porch”, para cerrar con “Alive”) que la sala no empezó a rugir de verdad. A partir de aquí Pearl Jam fueron a por faena. Eddie Vedder se concentró en su tarea vocal tanto como el resto del grupo en sus instrumentos. De hecho Jeff Ament (Bajo) y Stone Gossard (guitarra) se mostraron incluso algo autistas, ajenos a todo contacto con la realidad allí desarrollada. Mike McCready dio muestras de su brillantez en los solos de forma tan perfecta como aséptica y Matt Cameron va tan sobrado que se permite hasta sonreír de vez en cuando. Él es el pulmón que nutre de fuelle a una maquinaria rock engrasada a lo largo de los años y que siempre ha contado con dos o tres canciones excepcionales en todos sus discos. Sabedores de ello, esa noche, como tantas otras, no hicieron más que demostrarlo con temas como “Sad”, “Present Tense”, “Better Man” (otro de los momentos más intensos de la velada y que todo el mundo coreó), la intensa y rápida “Do The Evolution”, “Elderly Woman Behind...” o “Given To Fly”. Lo dicho, un lujazo.

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#22 U2, 15 Julio 1987, Estadio Santiago Bernabeu, Madrid

80.000 personas presenciaron en el Bernabéu el concierto de U-2, Pretenders UB-40 y Big Audio Dynamite



Más de 80.000 personas llenaron anoche en Madrid, hasta su tope, el estadio de fútbol Santiago Bernabéu para asistir al que puede considerarse el espectáculo más importante del verano en la capital española. Los grupos Big Audio Dynamite, UB-40, Pretenders y U-2 se presentaron puntualmente y siguiendo el horario establecido por los organizadores. Desde las 19.30 el estusiasmo y la alegría fueron en aumento, hasta culminar en la esperada actuación del grupo irlandés U2.
Desde las primeras horas de la tarde las arterias que comunicaban con el estadio Santiago Bernabéu, en Madrid, estaban prácticamente colapsadas por una burbujeante marea de coches y personas.El esperado macroconcierto del grupo irlandés U-2, acompañado por tres importantes bandas como los Pretenders, UB-40 y Big Audio Dynamite, había centrado el interés de los aficionados. Algunos centena res llegaron en autobuses desde todos los rincones del país e invadieron el verde césped del estadio del Real Madrid hasta quitarle su color.
A las 19.30, con media hora de adelanto sobre el horario previsto, saltaron al escenario del estadio, todavía semivacio, los integrantes del grupo Big Audio Dynamite, liderado por Mick Jones y comenzaron a caldear el ambiente.
El potente grupo británico actuó con el sol todavía alto y empezó a mover a la gente que iba llegando. En la puerta se oían voces que pedían a gritos una entrada sobrante y muchos se quedaron sin ellas.
A las nueve de la noche, con el estadio prácticamente completo, los 12 miembros de UB40 iniciaron una magnífica actuación, que hizo bailar a todos. El reggae del grupo de Birmingham dejó durante tres cuartos de hora, que supieron a poco, el buen ambiente necesario para recibir a los Pretenders. Cuando el pegajoso ritmo de reggae de UB-40 invadió la tarde, todas las palmas del público se elevaron para recibirlos. Ochenta mil sonrisas apuntaban al escenario y aproximadamente 120.000 pies se movían incansablemente.

Por primera vez en Madrid

El escenario del concierto no tenía ninguna de las sofisticaciones que suelen ahora tener los grandes grupos.The Pretenders, que, como todos los grupos de la noche, se presentaban por vez primera en Madrid, también conectaron con el público desde las primeras canciones, pese a practicar un pop de estilo complejo. Con cuatro músicos a su lado, Chrissie Hynde interpretó canciones de toda su carrera, iniciada a finales de los setenta.
Chrissie Hynde salió vestida de rojo, negro y blanco, y desde la pequeñez de su tamaño en el lejano escenario, que supo llenar con su presencia y parecía venirse abajo con los aplausos. Chrissie bailó y bajó al césped, cerca de las barreras para acercarse al público.
A las 0.30 y tras un cambio de decorado en el que se bajaron tres telones representando El árbol de Joshua, título de su último disco, aparecieron los integrantes de U-2 ante un gran despliegue de banderas blancas y lucecitas encendidas por el público. Bono, el cantante del cuarteto irlandés, salió botando un balón de fútbol que lanzó al público, tras lo cual iniciaron una actuación caracterizada por su energía. La música de U2 se sustentó en la guitarra de The Edge y en la voz de Bono, que se ganó al público con frases como "éste es un lugar grande pero U-2 y vosotros somos mucho más grandes".
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#21 THE CURE. 22 Noviembre 1987, Pabellon de la Casilla, Bilbao

Lugar: Pabellón de la Casilla (Bilbao)
Fecha: 22 de noviembre.
Asistencia: 10.000 personas
Precio: 2.000 pesetas
Artistas Invitados: Ninguno
Músicos:


Robert Smith - (Líder) Voz, Guitarra,  Simon Gallup - Bajo, Porl Thompson - Guitarra, Teclados
 
Boris Williams - Batería, Laurence Tolhurst - Teclados






Auricular Digital

Nunca había ido antes a ningún concierto. La imaginación de un joven estudiante de bachillerato da mucho de sí, pero lo cierto es que era mi primera vez. Y ya se sabe qué es lo que supone eso de estrenarse cuando eres adolescente. Nervios, incertidumbre, pero también un gusanillo de excitación por descubrir cosas nuevas.
Si hubiera viajado a Madrid en el verano de aquel mismo año para ver a U2, este texto trataría sobre el mítico concierto de los irlandeses en el Bernabeú (con teloneros del nivel de Big Audio Dynamite, Pretenders y UB40) pero el plan, desafortunadamente, no salió adelante. Así que tras este primer intento frustrado, el concierto histórico corresponde a mi estreno en un evento así.
The Cure. Bilbao, pabellón de la Casilla, domingo 22 de noviembre. 2000 pesetas. Esto ponía la entrada que aún conservo con cariño. Un precio elevado en aquel 1987 y todavía más para un estudiante como yo, pero que no frenó mis ganas por vivirlo en primera persona. No me importó soltar el dinero necesario porque ya empezaba a crecer mi curiosidad y afición por la música. Un virus del que me contagié en el colegio donde estudié. No existía entonces el emule pero en aquellas aulas ya existían redes P2P. No eran “peer to peer” sino “pupitre a pupitre”, y a través de ella se generaba un valiosísimo tráfico de intercambio discográfico.
Mi base musical se gestó entre aquellas paredes, junto a compañeros de los que aún recuerdo de qué pie cojeaba cada uno. Kike era de Police y de los Smiths; Borja y Pablo también eran de Morrissey y Johnny Marr, además de Jesus & Mary Chain entre otros muchos. Entre los gustos de Antón destacaban Bauhaus, Parálisis Permanente y Echo & The Bunnymen. Dylan era el preferido de Txetxu, y Nacho hablaba maravillas de REM. Litos era de los más eclécticos. Le podías ver con un disco de Gary Moore bajo el brazo y al día siguiente te pasaba el directo de Ultravox o el de Bob Marley, o el fabuloso debut de Terence Trent D’Arby. Simple Minds y John Cougar eran los preferidos de Javi. Talking Heads y B-52′s los de Nando. Juanlu estaba enganchado a INXS. A Ferni le ponían Vangelis o Pink Floyd, pero los que de verdad le pegaron fuerte fueron The Cure. Y finalmente, a mí me habían conquistado U2 con el Joshua Tree, y también los de Robert Smith con el Kiss me Kiss me Kiss me, el disco doble que motivaba la gira The Kissing Tour y con la que recalarían en Bilbao por primera vez. (Y la última de momento hasta que salgan al escenario del BBK Live en julio del 2012). La cita que habíamos marcado en rojo en el calendario alguno de los arriba mencionados y otros colegas más de curso. Una cita histórica, para Bilbao y para mí.
El día del concierto caía en domingo pero tenía sabor a sábado. Los bares abiertos y mucha gente por la calle, indicaban una escena diferente a la habitual en un día festivo. Quedamos todos en Pozas, conocida zona de ambiente fiestero cercana al lugar del concierto y un territorio para mayores que nos hacía sentirnos como tales. Y por eso de intentar parecerlo alguien del grupo propuso un ritual al que no estaba acostumbrado: beber las cañas de un trago. Por suerte no se alargó más de 3 o 4 rondas y emprendimos rumbo a La Casilla con el punto justo para que no se resintiera mi cuerpo.
Por Doctor Areilza subía hacia el vetusto pabellón de deportes una numerosa y variopinta procesión de seguidores del grupo, expectantes e ilusionados como yo sobre lo que nos podíamos encontrar allí. Había leído en la prensa que The Cure traía un novedoso sistema de sonido cuadrafónico, un término que nadie sabía muy bien qué significaba exactamente. Una vez dentro pude descubrir en qué consistía. Además de los altavoces habituales en el frontal del escenario, se colocaron unos cuantos más en la parte alta de las gradas derecha e izquierda, así como en el fondo. Sabiendo los avances tecnológicos que se han producido desde entonces, podemos entender qué es lo que querían conseguir con esta distribución: una recreación del sonido envolvente similar al utilizado por los home-cinema actuales. Como después reflejaron las crónicas de los periódicos, fue una pena que esta idea innovadora apenas lograra plasmarse, salvo en pequeños e insuficientes momentos de la noche. De este detalle me enteré después pero sucedieron más cosas que sí se me quedaron grabadas para siempre en la cabeza.
Si cierro los ojos, el primer recuerdo que me viene a la memoria, es el de estar esperando a que empiece el concierto rodeado de mis amigos colegiales. Y también calor. Mucho calor. Estábamos en pista y allí no sé cuántos grados tuvimos que soportar, pero la sudada fue de las grandes. Mi entrada guardada en uno de los bolsillos traseros de mi pantalón, llegó a casa como si hubiera pasado por la lavadora. La siguiente escena que tengo en mente también fue sofocante pero en otros términos. Si recordarlo ahora me causa sorpresa, a mi edad juvenil en aquel momento, la perplejidad fue aún mayor.
Delante de nosotros estaban dos chicas de nuestra misma quinta. Los que estábamos más cerca nos pusimos a hablar con ellas de una manera fortuita, como suele suceder en estos casos. Yo no creo que participara mucho por mi timidez con el sexo femenino en aquella época, pero me imagino feliz (y nervioso) de vivir esa novedosa situación de ligoteo. Nos contaron que venían de Bermeo y que les gustaba The Cure. La conversación no duró demasiado. Fue tan rápida como la toma de decisión de las dos bermeanas. Casi en sincronización, en un abrir y cerrar de ojos, las dos amigas estrecharon lazos y labios con los dos compañeros que tenía a mi lado. Inmediato y fulgurante. Me dio la sensación que lo mismo que habían sido unos, podíamos haber sido otros, pero la ruleta no se paró en mi número. ¿Y por qué no yo? Pregunta frustrante que me hice repetidamente y que no supe responder. ¿Así es cómo se liga? otra cuestión que tampoco podía resolver un novato como yo en estas lides. En cualquier caso, no resultar agraciado en el “sorteo” me sirvió para no perderme los detalles de mi primer concierto, al contrario que los afortunados en el ligue, que se esfumaron de nuestro lado hacia zonas más apartadas donde compartir su intimidad. En cualquier caso, no lo pasarían nada mal y encima con la música de The Cure como hilo musical.
La noche ya indicaba que estaría marcada por la sensualidad. El disco se titulaba Kiss me Kiss me Kiss me (Bésame, Bésame, Bésame), las parejas recién formadas se besaban y el concierto comenzaba con una pantalla descolgándose sobre el escenario donde se veía en primer plano los movimientos de la boca pintada del lider y alma máter de la banda británica, Robert Smith. Estas imágenes acompañadas de una intro musical, provocaron los primeros gritos de la noche, y momentos después, aumentarían en volúmen e intensidad cuando hicieron acto de presencia los integrantes del grupo. La antesala de lo que sucedería a partir del fin de la proyección, y de las primeras notas de The Kiss (El beso), la canción que abría su nuevo trabajo y que daría paso a un repertorio con división de opiniones, o eso fue al menos lo que percibió algún cronista al que leí al día siguiente.
Los temas que fueron cayendo a lo largo de la velada pertenecían principalmente a su último LP (también fue el primero que publicaron en CD), y al ser doble, apenas hubo hueco para los éxitos anteriores. A algunos seguidores puede que esto les dejara un sabor agridulce pero no supuso inconveniente para mí sino todo lo contrario. Apenas había oído su discografía, más allá del citado disco y de su recopilatorio de singles Standing On The Beach, eso fue básicamente lo que tocaron. El concierto duró casi 3 horas, con otros tantos bises adicionales por si acaso no habíamos tenido suficiente con lo anterior. De las recientes, celebré escuchar Just Like Heaven, Fight, How Beautiful You Are o Shiver And Shake, y de los clásicos guardo desde entonces una conexión especial con A Forest, Close To Me o Charlotte Sometimes.
Para la despedida final, reservaron Why Can’t I Be You?, el hit con el que habían alcanzado su mayor pico de popularidad. Suponía el mayor exponente de su lado más popero y comercial, conviviendo perfectamente con su vertiente oscura y siniestra que arrastraban desde sus inicios. Quizá la clave del éxito de la carrera de The Cure haya sido ofrecer precisamente esas dos caras en el mismo lote, aunque la segunda apenas quedara reflejada en el show. Los labios y el carmín de la última portada parecían incompatibles con las sombras de Seventeen Seconds, Faith o Pornography, su trilogía más atormentada. Vinilos a los que sacaría chispas para luego compartirlos en aquellas paredes con mis compañeros. Un mundo al que me adentraría con devoción, aunque no de forma inmediata. Hasta que desapareció el pitido en mis oídos que dejó aquella noche, la noche de los besos.

SET LIST

Intro:
Eyemou
The Kiss
Torture
All I Want
A Japanese Dream
Catch
Just Like Heaven
Hot Hot Hot
If Only Tonight We Could Sleep
Like Cockatoos
The Walk
In Between Days
How Beautiful You Are
The Perfect Girl
A Forest
Fight
Encore 1:
Close To Me
Let’s Go To Bed
Encore 2:
One More Time
Charlotte Sometimes
Shiver And Shake
Encore 3:
Three Imaginary Boys
Primary
Boys Don’t Cry
Why Can’t I Be You
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#20 JERRY LEE LEWIS, 20 Marzo 1990, Jacara, Madrid

 

Vivir de una leyenda

 

 
El cantante norteamericano Jerry Lee Lewis es una de las pocas leyendas vivas y en activo de la época dorada del rock and roll. Cinco años después de su primera visita a España, dentro del paquete de artistas de un festival country, actuó de nuevo en Madrid. En este tiempo las circunstancias han cambiado notablemente y el personaje entonces venerado por unos pocos aficionados se ha convertido en un ídolo de masas. La culpa la tiene el cine: la edulcorada película Gran bola de fuego, dirigida por Jim McBride y protagonizada por Dennis Quald, ha devuelto al viejo rocker a la primera línea de la actualidad musical. Un hombre de la experiencia de Jerry Lee Lewis, curtido en mil batallas extramusicales, no podía desaprovechar una ocasión así.En Madrid comenzó el asesino de Louisiana una nueva gira mundial, después de un largo período de letargo. Con 54 años y tres operaciones de estómago, una de ellas a vida o muerte, Jerry Lee Lewis ya no es el adolescente salvaje que rompía las reglas musicales y estéticas de los años cincuenta. Pálido como una figura de cera, con un aspecto frágil y movimientos perezosamente mecánicos, apareció en escena acompañado por una banda de trámite. Muy justo de voz, desgranó un repertorio ajeno que convierte en propio a base de carisma. En los rocanroles fuerza sus cuerdas vocales hasta llegar a un mínimo aceptable, y así logra cumplir sin brillo pero con dignidad. En las baladas es donde más se notan las huellas que el alcohol ha dejado en su maltrecha garganta; nunca alcanzó la melodramática intensidad de los tiempos dorados.

Jerry Lee Lewis

Jerry Lee Lewis (voz y teclados), Kenny Lovelace (guitarra), Jim Isbell (batería) y Tonky (bajo). Madrid. Sala Jácara, 20 de marzo.
Al comenzar la década de los sesenta, en la cima de su carrera, quemaba en escena lujosos pianos de cola. En su actual gira se sienta frente a un pequeño teclado japonés. Le acompañan unos músicos mediocres, que se limitan a seguir a trancas y barrancas los desarrollos musicales del maestro. Pero el público que abarrotaba la madrileña sala Jácara no había pagado 3.000 pesetas para entrar en polémicas sobre las cualidades vocales del pianista norteamericano o la escasa calidad de su banda. La gente buscó -y encontró- diversión a ritmo de rock and roll. El pésimo sonido tampoco importaba, y el calor, que convirtió el recinto en una caldera, fue una mera anécdota.
Lo único realmente importante fue tener a pocos metros, prácticamente al alcance de la mano, a uno de los mayores mitos de la historia del rock. Mujeriego, borracho y pendenciero, Jerry Lee Lewis ha creado a lo largo de media década toda una forma de vida. En poco menos de 60 minutos desfilaron ante el público los restos de esa historia, mermados en su forma por los abusos y los años, pero aún vigentes en su forma. La leyenda vive en él, y él ha logrado vivir de su propia leyenda.
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domingo, 10 de noviembre de 2013

#19 KEITH RICHARDS. 14 Diciembre 1992, Aqualung, Madrid



 

El aliento primitivo

 
Keith Richards no es un buen guitarrista, por sus carencias técnicas, ni un buen compositor, por su irregularidad, ni un buen cantante, por sus escasas facultades. Sí es parte de una leyenda de la música popular que comenzó hace 30 años con la aparición de los Rolling Stones, el primer grupo blanco que sintetizó el espíritu de tres músicas negras: el blues, el rock and roll y el soul.A una semana de cumplir 49 años, Keith Richards es de los contados músicos de su generación que se mantienen en activo con la cabeza alta, sin haber coqueteado con las diversas tendencias que han hecho del rock una música permeable y, muchas veces, superficial, ni haber cedido a las exigencias de la mercadotecnia discográfica. Richards es el único miembro de los Rolling Stones que mantiene en su carrera en solitario aquel espíritu de leyenda que desarrolla lo esencial, se aleja de florituras y ofrece de manera dura y áspera una música que es capaz de transmitir veracidad transitando por los caminos de la imperfección.

Keith Richards & The X-Pensive Winos Keith Richards (voz, guitarra), Waddy Wachtel (guitarra, coros), Ivan Neville (teclados, guitarra, coros),

Charley Drayton (bajo, batería, coros), Steve Jordan (batería, bajo, coros), Bobby Keys (saxo, percusión), Sara Dash (voz, coros), Babi Floyd (voz, coros, armónica). 2.000 personas. Precio: 3.800 pesetas. Sala Aqualung Universal. Madrid, 13 de diciembre.
Cantar, tocar y componer son las tres imperfecciones que hacen de la música de Keith Richards un todo casi perfecto. Paradojas de una música popular que se maneja con diferentes parámetros sonoros. Porque el rock es también sonido.
En música clásica, un violín debe sonar como un violín. En el rock, una guitarra eléctrica es un instrumento que permite mil posibilidades sonoras, y cada artista debe saber escoger la suya. Muchos grandes músicos no han llegado a nada por no haber encontrado la adecuada, mientras otros mediocres han salido adelante porque su sonido resulta. Desde el principio de su carrera, Keith Richards no ha tenido ningún problema al respecto.

Espacio sonoro

El sonido de Richards y sus excelentes X-Pensive Winos es un globo distorsionado, envolvente y sin resquicios, en el que una simple nota de guitarra puede sostener toda una canción. Es la invasión total del espacio sonoro con los menos elementos posibles. A partir de ahí, cada músico se convierte en un mundo que trabaja para sí y para el grupo de manera independiente y solidaria. Ver el grado de concentración de cada uno de los ocho músicos que pisaron el escenario de la Aqualung Universal fue un placer, porque todos partían de la absoluta sencillez para colaborar en una música común, en cuyo centro estaba, naturalmente, Keith Richards, el Bo Diddley del rock blanco.Richards tiene un repertorio de riffs o frases guitarrísticas muy limitado, pero suficiente para dar a las canciones el alma necesaria y la dureza imprescindible para crear la tensión que requiere el buen rock. A su voz, le cuesta definir la armonía y, aunque desafine, no desentona con el espíritu de su música. Con estos mimbres, el artista británico comenzó con el antiguo Take ¡t so hard, para continuar con 999, de su último disco, Main offender, centro del recital.
Y además del rock apareció el reggae y ciertos ritmos de aire funk. En la emocionante Time is on my side (publicada por los Stones en 1966), Sara Dash calentó aún más el ambiente y demostró que una buena voz siempre se agradece, sobre todo porque después fue Richards quien cantó Hate it when you leave (de Main offender), y se añoró a The Supremes o a Dionne Warwick.
Pero rápidamente la guitarra de Keith Richards volvió a hacer de las suyas, mientras el teclista tocaba el bajo, el bajista la batería y el batería la guitarra en una noche en la que todo parecía permitido para lograr una catarsis que, partiendo del escenario, alcanzó a una música que busca la esencia a través de la austeridad, del sonido y de la dureza. Que utiliza la imperfección para convertir la nada técnica en el todo expresivo. Que vuelve a demostrar la necesidad del aliento primitivo.
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