Foo Fighters ofrecen en Madrid el mejor concierto de rock del siglo
Dave Grohl, aquel simpaticote baterista de Nirvana, demostró anoche, en su único recital en España, que ahora es un gigante con un magnetismo brutal: el tipo más rockero del mundo. Por Lino Portela
Concierto: Foo Fighters.
Lugar: Palacio de Deportes (Madrid).
Fecha: 06/07/11.
Precio: De 40 a 60 euros.
Asistencia: 15.000 personas (lleno).
Vayamos al grano, que ya habrá tiempo para recrearnos en los detalles: Foo Fighters tienen el mejor y más explosivo directo del rock que podrás ver en lo que llevamos de siglo. Y quizá la exageración se queda corta. Si ayer fuiste una de las 15.000 personas (lleno a reventar) que estuvieron en el Palacio de Deportes de Madrid y no te alegraste de vivir un momento histórico, de estar en el sitio adecuado en lugar adecuado, tí@, a ti no te gusta el rock.
Sin demasiados artificios y con un escenario más bien austero (sólo unas pantallas en forma bloques que subían y bajaban) a las 22.00 horas se presentó Dave Grohl, de 42 años y de negro riguroso, junto a sus compinches. A lo largo de 2 horas y 50 minutos (sí, has leído bien: ¡¡casi tres horas!!) y 26 canciones (que sí: ¡26!) desplegaron una fuerza rockera tan inédita en estos tiempos que dan ganas de ponerles un monumento.
Cierto es que los Foo en directo son una actualización de los clichés del rock de estadio (ayer vimos solos de guitarras, oeoeoeoes, "sois el mejor público del mundo", cervezas de un trago, eructos, solos de batería, carreras por la pasarela central…), pero es tal el magnetismo y la personalidad que desprende Dave Grohl que esos tópicos parecen nuevos y frescos. Que Dios nos perdone: ni Lemmy (Motörhead), amigo íntimo de Dave, se lo monta tan bien como este quinteto estadounidense. Quién iba a pensar que aquel tipo graciosote que aporreaba la batería en Nirvana nos iba a dar tantas alegrías casi 20 años después del fallecimiento de Kurt Cobain.
El concierto empezó sin tomar aire, sin carrerilla. Tralla sin piedad desde el minuto uno. Una explosión de guitarrazos directos y decisivos abrieron Bridge burning (primer disparo de su nuevo disco, Wasting light). Luego sonaron Rope (el single del último álbum) y la inmensa The pretender. Con un comienzo así muchos se frotaban las manos. Mucho tenían que torcerse las cosas. No se torcieron. En la cuarta canción ya se vivió uno de los primeros emocionantes momentos del concierto: escuchar a 15.000 personas corear My hero es lo más parecido a sentir el poder del rock en su máxima expresión. Dave, como buen neandertal del rock, saludó con cuatro aullidos y una declaración de principios que sonó como un os-vais-a-cagar: “Hace mucho tiempo que no veníamos a España”, dijo. “Haremos el mejor concierto que habéis visto de los Foo Fighters. Llevamos 16 años juntos y tenemos muchas canciones. Vamos a tocar todas las que podamos para compensaros por todo este tiempo sin venir”.
El concierto dejó imágenes curiosas dentro y fuera del escenario. Esta es la primera gran gira en la que Foo Fighters se llevan la casa y la familia a cuestas. En las entrañas del Palacio de los Deportes había varios camerinos especiales para los familiares de los miembros del grupo (ver foto abajo). En uno de ellos, en el camerino de los niños, había varios juguetes, casitas de tela y alfombras algodonadas. Pero el hijo de Taylor, el batería, prefirió ver todo el concierto al lado de su padre, con unos cascos de protección y aporreando una batería imaginaria al lado de la batería real de su papi. Una estampa entrañable. Como la que vivieron el día anterior al concierto todo el sequito (más de 30 personas) tomando cañas por el castizo barrio madrileño de La Latina. “Y unas tapas muy ricas”, comentó Dave a ROLLING STONE minutos antes del concierto.
Uno de los grandes secretos de Foo Fighters es la perseverancia y la capacidad que tiene para mezclar sus canciones de aires más pop, como Learn to fly, con la fiereza de White limo. Con ellas continuó el concierto y el público respondió. Dave corría y saltaba de un lugar del escenario a otro, galopaba por la pasarela y alucinaba con el discreto pogo que se vivió en las primeras filas en Breakout. En su rostro se dibujaban amplias sonrisas.
Dave demostró ayer que tiene la capacidad para beberse una cerveza de trago, soltar un sonoro eructo por el micro y seguir siendo ese tío con carisma y rockero con clase al cual muchos tipos se querrían parecer y muchas chicas se querrían tirar (también puede ser al contrario). Porque seamos realistas: ¿quién quiere parecerse o tirarse a un barbudo tristón con gafas que canta canciones folk? Sonó el eructo de Dave y Taylor, el batería, cantó Cold day in the sun. Mientras tanto, Grohl corría por el escenario con la fuerza, la ilusión y la pose de un adolescente con su primera guitarra delante de un espejo.
Los Foo pasan de la dulce Lond road to ruin a la hardcoreta Stacked actors, donde uno de los guitarristas se lanzó al público. Llevábamos una hora y media de concierto y aquello era una locura. Pero habría mucho más: sonaron Walk (¡ese “I never wanna die” pone los pelos de punta), la electrizante Dear Rosemary y These days, tres de las mejores canciones de su último disco.
“Joder, qué bien cantáis”, recalcó Dave a un público donde se veían rostros conocidos, como Alejo Stivel, de Tequila; Edgar, del dúo de dj's de moda, The Zombie Kids; Álvaro, de Pignoise; el columnista de ROLLING STONE y cocinero Sergi Arola; o Miguel Pardo, de Sex Museum.
Dave también se pegó algunas parrafadas: “El último disco lo hemos hecho en mi garaje”, dijo: “Sin ordenadores, que son una puta mierda. Esto es muy fácil: es sólo rock de verdad”. Fue entonces cuando llegó otro momento para recordar: todo el pabellón cantando a garganta partida Best of you.
Con All my life se llegó al bis. La espera para que volviesen al escenario se hizo corta porque el grupo se llevó al camerino una cámara de visión nocturna que proyectaba en las pantallas lo que ahí detrás ocurría. Dave ponía cara de "¿queréis más?". Minutos después salió a dárnoslo con una botella de cerveza en la mano. Se colocó en el centro del Palacio y, sólo con su guitarra, se marcó una gran Wheels y el principio de Times like these.
“Si me pones aquí hace 10 años me hubiese cagado de miedo. Ahora me siento como en casa. Si no estuviese aquí arriba estaría viendo este concierto ahí abajo. Que lo sepais”, dijo. Como respuesta le tiraron una gorra. Llegó el turno de las versiones. El grupo asegura que tiene 75 preparadas para tocar en cualquier momento. Ayer sonó el dislocado Young man blues, del pianista Mose Allison, y el incendiario Tie your mother down, de Queen.
“No quiero acabar. Sois la mejor audiencia que hemos encontrado en mucho tiempo. No vamos a tardar mucho en volver, pero no se lo digáis a vuestros amigos. Sí, mejor decírselo”, dijo Grohl, con la misma energía del minuto uno (recuerda que tocaron casi tres horas) antes de acabar el concierto con This is a call y Everlong. Los que allí estuvisteis sabréis que fue una noche histórica. Los que no, mala suerte. Pero no os apuréis: han prometido volver pronto.